Viaje de Reinosa a Cabezón de la Sal por la Cordillera Cantábrica
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- Categoría: Rutitas
- Creado en Lunes, 19 Noviembre 2012 08:38
- Escrito por D. Pedro Parra Juez
Viaje de Reinosa a Cabezón de la Sal por la Cordillera Cantábrica
Era un soleado día de octubre de 2012. Al llegar al alto del Pozazal, el puerto que separa Castilla de Cantabria, entre Aguilar de Campó (regazo del Pisuerga) y Reinosa (madre del Ebro), decidimos abandonar la autopista y bajar a Cantabria por otro camino menos trillado. Conocíamos Reinosa de una “nevada” inopinada que nos cortó el paso y nos obligó a pernoctar en la acogedora villa teñida de blanco. También de una visita a Fontibre, el nacimiento del Ebro, a pocos kilómetros de la ciudad que eran recorridos por una multitud de reinosanos en alegre charla por una pista perfectamente acondicionada que corría paralela a la carretera.
Alto de Palombera (1260 m)
Esta vez no nos paramos a contemplar la preciosa laguna en cuyas orillas borbotea el agua del Ebro de las entrañas de la tierra, a la sombra de los centenarios árboles que trepan por las laderas del lago. Nos dirigimos un poco más allá, hasta el desvío a Cabezón de la Sal. Una suave montaña, rodeada de prados por doquier, donde pastoreaban centenares de vacas nos aupó al puerto de Palombera, muchas veces cerrado por la nieve en invierno.
En lo alto del puerto, hicimos un pequeño alto para contemplar por última vez el bucólico paisaje y descendimos por la otra vertiente a lo que se anunciaba como Parque Nacional Saja Besaya, que se divisaba en la lejanía cubierto por grandes e impenetrables bosques.
Parque Saja Besaya
La carretera se precipita al mar con grandes pendiente y muchas curvas cerradas. Al principio se observan algunos prados con sus pertinentes vacas, pero una vez se sobrepasa el mirador a la cabra montesa entra uno en un inextricable bosque que te transporta durante muchos kilómetros sin ver el cielo, aunque hay que hacer notar que con muchos descansillos que te permiten detener y aparcar el coche, como un monumento a caídos de la guerra civil con las correspondientes pintadas al uso, el nacimiento del Saja y algunos otros. Son curiosos los carteles de paso de anfibios, de diversas especies cinegéticas, etc. Después de un largo recorrido sin señales de lugares habitados aparece un cruce recomendando, a 9,5 kilómetros, un pueblo típico que te hace dudar de ir tras él, pues 9 kilómetros por carretera de montaña son muchos kilómetros desconocidos, y el ánimo esta ya cansado, aunque nos la jugamos. La elección fue un éxito porque la carretera es casi llana y en muy buen estado y el pueblo Bárcena la Mayor.
Bárcena la Mayor
Al llegar al pueblo, un parking grande para coches y autobuses te impulsa a aparcar y por una senda con muralla ciclópea accedes a la villa. Luego compruebas que podías haber arribado con coche, ya que era lunes y no había mucha gente.
La aldea construida a orillas de un arroyo, está formada por muchas casas montañesas muy bien cuidadas y con varios mesones y restaurantes con mesas al río, muchas flores en los balcones de madera y su iglesia con curioso pasadizo. Eso, junto con el paisaje circundante, de verdes laderas salpicadas de árboles sueltos, presenta una estampa muy bella y original. Desde allí seguimos al valle de Cabuérniga, donde en otra ocasión comimos opíparamente en la nacimiento de la Fontana, en el pueblo de Ruentes que se divisa fácilmente desde el coche por la gran cantidad de agua que mana en cascada, y el extenso caserío de Cabezón de la Sal, estación final de los trenes de cercanías de Cantabria a Santander. Desde allí tenemos a tiro de piedra la veraniega y universitaria ciudad de Comillas, la cueva de Altamira -la llamada Capilla Sixtina del arte cuaternario con sus bisontes pintados en el techo de la caverna- y la artística villa de Santillana del Mar y la industriosa Torrelavega, y la marinera y medieval villa de San Vicente de la Barquera.
El viaje ha resultado muy “selvático”. El camino mejor para acercarse a esos lugares es sin duda la autopista hasta Torrelavega, pero para el que haya recorrido otras veces esa vía de comunicación tan avanzada técnicamente, con sus esbeltos viaductos y largos túneles, no le vendrá mal probar ese otro camino que acabamos de describir, pletórico de naturaleza.
Octubre de 2012