Viaje a Egipto
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- Creado en Viernes, 17 Abril 2009 00:00
- Escrito por D. Pedro Parra Juez
En el país del Nilo confluyen varias rutas recorridas por la humanidad desde tiempos remotos. Una de ellas es la ruta del incienso que parte del Yemen, en el Hadramaut, en donde se cultiva. Se dirige a Egipto, Babilonia y Siria, cuyos imperios antiguos consumían grandes cantidades de ella para sus celebraciones religiosas y funerarias.
Otra ruta nos lleva desde El Cairo en dirección Sur, hacia el “alto Nilo y el país de Nubia” [1], en busca de oro, especias, maderas finas y hombres negros para convertirlos en soldados o esclavos. Se prolongaba hasta el Sudán “con grandes caravanas compuestas principalmente de asnos” [2].
Una tercera ruta enfilaba al suroeste, desde El Cairo hacia el alto Níger, por todo el Sahara. Era recorrida por “caravanas compuestas de diez mil a doce mil camellos” [3] que transportaban plumas de avestruz, marfil, oro, esclavos, etc.
Aun podríamos hablar de rutas más modernas, como las que se organizaban desde Egipto hacia la India, en tiempos de la dominación romana, por el Mar Rojo, con alrededor de cien barcos anuales de pasajeros, que tenían que vérselas con los piratas del Índico; o las de las peregrinaciones musulmanas a La Meca; o la importantísima del Canal de Suez, desde que se abrió esta línea de comunicación en 1869; canal del que, por cierto, no habla Galdós en ninguno de sus 46 Episodios Nacionales.
Con este bagaje de inquietudes, y la ilusión de conocer una cultura varias veces milenaria, emprendimos un viaje a Egipto en 2007 para intentar captar todas sus riquezas. Estas fueron las etapas y las sensaciones recibidas.
El Cairo, Asuán y Abú-Simbel
Un anochecer, entramos en contacto con la ampulosa ciudad cairota y sus miles de coches circulando a todas las horas y en todas las direcciones haciendo sonar sus cláxones sin cesar. El hotel, de lujo asiático, sólo lo aprovechamos cuatro horas, pues volamos de madrugada a Asuán y de allí al templo de Abu-Simbel. Todo es desierto, excepto la delgada línea del Nilo. Por debajo de nuestro avión debían circular las caravanas al Sudán y al alto Níger de las que hemos hablado antes, con sus odres de piel de cabra repletas de agua. Navegamos, asimismo, en falúa a una isla del Nilo y luego a un poblado nubio. Visita imprescindible, con cocodrilos enjaulados y aromático té incluidos. Un niño con la camiseta de Henry del Barça no me deja a sol ni a sombra en todo el recorrido.
Crucero por el Nilo: Assuan-Luxor
El barco crucero hace paradas esporádicas en diversos templos que nos permiten admirar la belleza y grandiosidad de sus construcciones y de la estética inigualable de las inscripciones jeroglíficas. Recordamos las palabras de Napoleón a sus soldados ante las pirámides: “Soldados, diez mil años de Historia os contemplan”. Y, efectivamente, al pasear por entre las ruinas tienes la sensación que te mueves entre piedras con varios milenios a cuestas.
La visión desde el barco de las orillas del Nilo, cubiertas de palmeras unos centenares de metros hasta el árido desierto, es deslumbradora y no cansa nunca; cada recodo te ofrece una sensación nueva: campesinos con sus burritos, muchachos bañándose, barcas, pueblos con esbeltos minaretes, otros cruceros… Los “Nilómetros” que hemos visto en todas las ciudades del recorrido –pozos antiquísimos para medir el nivel de las aguas del río- y estos paisajes nos demuestran la devoción e importancia de esta ruta de comunicación para los egipcios.
En la ciudad de Esna, a medianoche, entramos en la esclusa que desciende al crucero unos 5 metros para salvar un desnivel del río. Un espectáculo grandioso y singular que uno no puede perderse para comprender la importancia de las esclusas en la navegación por ríos y canales. Al fondo los minaretes iluminados de la ciudad que ha poco llamaron a la oración con su mensaje singular.
Luxor y Karnac
Aquí visitamos muchas tumbas y muchos templos a cual más impresionante. Hay que verlos. Sólo queremos dejar constancia que en las inscripciones mil en los muros, obeliscos y las paredes de la tumbas, descubrimos la imagen del carro de guerra del faraón, traído por los hicsos 2000 años a. C.; así como una noticia sobre el palacio de la famosa reina Hapsesut, según la cual en sus relieves se describe la expedición organizada al País del Punt por la reina-¿en Somalia?, no se sabe con seguridad- en busca del ansiado incienso. No damos más datos porque el palacio no se podía ver.
En recuerdo del adelanto que, en comunicaciones, representaba el carro de guerra, adquirimos uno pequeñito labrado en oro como recuerdo.
Déndera: Cleopatra y sus amores
Por la tarde, para hacer tiempo hasta la hora del avión, conseguimos organizar un viaje al templo de Déndera, a unos sesenta kilómetros de Luxor.
Una flota de autobuses, perfectamente escoltada por guardias egipcios, se adentró en el Egipto campesino del Nilo, alumbrada por los palmerales y mezquitas del largo oasis, hasta las ruinas del templo ¡Que pena no poder convivir con aquellas gentes unos días en su hábitat natural!
En Déndera, admiramos un lago sagrado sin agua y las pilastras e inscripciones jeroglíficas maravillosas habituales, con el añadido de un zodiaco completo en el techo y las imágenes de Cleopatra y su hijo Cesarión en uno de sus muros, como recuerdo de los trágicos amores romanos de tan bella reina en el siglo I a.C.
El Cairo: pirámides, costumbres y de nuevo el Nilo.
Del milenario Luxor volamos a la capital egipcia para conocer las pirámides, más milenarias todavía. No sale uno de la admiración de un monumento cuando entras en otro, también admirable. En la gigantesca pirámide Keops contemplamos el gran barco del faraón descubierto en 1954, “de cedro de el Líbano” [4]. En las pinturas de algunas tumbas, escenas de navegación por el río nos recuerdan cómo transportaban los grandes bloques de piedra -obeliscos gigantes inclusive- desde las canteras del sur a las magníficas construcciones del norte, con ayuda de remeros y velas. Lo que nos hace pensar en los grandes progresos en las técnicas náuticas adquiridas por los egipcios en su adorado Nilo en la época faraónica. Río cubierto de toda clase de embarcaciones en las ciudades por donde hemos pasado, también en El Cairo, con grandes paseos a sus orillas.
El museo de la ciudad nos reservaba una nueva sorpresa en el tesoro de Tutankamon: una miniatura de carro de madera con gruesas ruedas para transportar el carro de guerra del faraón al campo de batalla. Ello nos ponía en presencia de la primera góndola de transporte de vehículos militares conocida en el mundo, y de la cual yo no tenía conocimiento alguno. Fue el guía, sabedor de mis aficiones por estos temas, quien me la mostró.
La visita a la gran mezquita de alabastro de Mohamed Ali atestada de fieles devotos, me hacen evocar las rutas de las peregrinaciones a los lugares santos del Islam. En muchas casas habíamos visto un avión de colorines pintado en las fachadas como muestra de que sus moradores habían cumplido con el rito de viajar una vez a La Meca.
El paseo por el gran mercado de El Kalili, atiborrado de mercancías diversas, nos transporta a las grandes e innumerables caravanas del pasado trasladando todo aquello.
Suez
No conseguí quórum para organizar un viaje a Suez. Me quedé con las ganas de ver el canal. Eso y el Mar Rojo sigue en la agenda.
[1] MALUQUER DE MOTES, Juan. Exploraciones y viajes en el mundo antiguo. Instituto Transoceánico Ediciones S. L., Barcelona, 1950, p-32.
[2]Ibídem, p-36.
[3]HERRMANN, Paul. Grandes Exploraciones Geográficas. América, África y el Pacífico. Labor, Barcelona, 1982, p-377.
[4]VV.AA. Los imperios del antiguo oriente. Del paleolítico a la mitad del segundo milenio. Siglo XXI de España Editores S.A., Madrid, p-226.